(Dos advertencias: una, léanse los diálogos con acento muy habanero; dos, los diálogos incluyen palabras que a algunos oídos parecerán malsonantes.)
Se abre el telón
Yanelis y Yusimí se enteran de que Enrique Iglesias y Maná –ambas sueñan con el tatuado baterista de la banda– van a cantar en La Habana. También Fonsi, el que no se da por vencido, tan mono él.
Las muchachas están como locas. Salen de la reunión de la juventud que acaba con un viva a los cinco héroes y corren a Palco. Yanelis elige un bonito baja y chupa a rayas; Yusimí se empata con un set de tres blumers que pa’ qué. No son Calvin Klein ni Women’s Secret, pero le bastan.
Se gastan catorce y dieciocho CUCs, respectivamente.
Ahora se trata de prepararse para el asedio. No son jineteras, son groupies. Y las últimas asedian con más saña.
Yanelis imagina que su primo Ramoncito estará en las primeras filas en la Plaza. Es teniente del Minint y fanático de Maná. De hecho, fue él quien le «quemó» el Unplugged de los mexicanos en una computadora del DTI. Y las dos saben –todos lo saben menos Juanes– que los Ramoncitos del Minint estarán en las primeras filas. ¡Cómo no!
–No te preocupes que yo hablo con mi primo y vamos a estar alantico alantico –le asegura a Yusimí.
–¡Ay, qué rico, Yane!
–¿Tú crees que tu papá nos pueda colar después en la piscina del Nacional?
–Chica, esa noche el Nacional va a estar en candela, pero yo se lo pido.
–Ablándalo primero, no sé –propone Yanelis–. Cómprale la espuma de afeitar esa que le gusta tanto.
–No te preocupes que yo me lo como –asegura la muchacha. Después, suspira y exclama–: ¡Al que me voy a comer es a Enrique Iglesias!
Ambas se carcajean y repasan blumers y baja y chupa. Buenas compras, concluyen.
Se baja el telón
Se abre el telón
–¡Yusi! ¡Yusi! –. Yanelis se acerca corriendo. Yusimí advierte que ha estado llorando. «Eso será por culpa del cabrón de Humbertico», piensa. «Seguro que le pegó los tarros otra vez.»
–¿Qué pasó, mamita?
–¡No vienen! ¡No vienen! –grita desconsolada la joven.
–¿Quiénes no vienen, muchacha?
–Ni Maná, ni Fonsi, snif, ¡ni Enrique Iglesias!
–¿Cómo que no vienen?
–Ramoncito lo vio en la internet. El exilio los intimidó y ya no vienen.
–¿El qué?
–El exilio.
–Y eso ¡qué e’?
–Chica, los que se fueron, vaya.
–Pero, ¿por qué?
–No sé, no sé –responde entre sollozos.
–Pero si esa gente que está allá afuera es como nosotros, son los mismos que se van todos los días. ¿Por qué nos hacen esto?
Se baja el telón
Obra abierta, tiene tres finales posibles:
1) Apenas unas horas más tarde, Yusimí y Yanelis, recuperadas ya del susto inicial, conversan en un Rapidito.
–Es una suerte que el… ¿Cómo era?… ¿Flexilio?
–Exilio –la corrige Yanelis.
–El nexilio ese, sí. Es una suerte que nos haya abierto los ojos. Ahora hemos aprendido que vivimos bajo un régimen… ¿Cómo era? ¿Trontalitario?
–Trotalitario –la corrige Yanelis, algo insegura.
–Me alegro mucho de que no vengan Maná ni Enrique Iglesias. Ahora soy un poco más conciente de nuestra realidad.
–Yo también –la secunda Yanelis–. De ahora en adelante estaremos siempre vigilantes, como las mambisas.
2) Imposibilitadas de comerse un hot dog en el Rapidito de Línea y Malecón –baja y chupa y blumers se llevaron los pocos dólares llegados este mes desde Hialeah–, las amigas se sientan en el muro del Malecón.
–Toda esa gente son una partía de singáos, chica –dice Yusimí. Sus ojos brillan con un fulgor que los había abandonado desde que su último novio, el del pre, se fue con unos lancheros a Miami.
–Con el hambre que pasamos aquí, con lo rejodidos que estamos… Coño y por una vez que venían cantantes de verdad, nos joden la fiesta.
–Dice Ramoncito –chica, por cierto, Ramoncito está más gusano últimamente–, que lo que importa es la reconciliación, eso de querernos todos y olvidar el odio.
–Mira, loca, tú dile a Ramoncito que no coma tanta pinga. Al que nos jodió el concierto de Enrique Iglesias lo voy a odiar hasta que me muera. ¡Y pensar que son cubanos, carajo!
–Será que se tomaron la Coca Cola del olvido.
–Vamos a tomarnos un guarapo, dale.
–Dale – dice Yusimí y echan a andar hacia un carrito de granizado que avanza a paso de mula.
3) Yusimí y Yanelis cruzaron la frontera una tarde de noviembre.
«Ahora sí me voy a comer a Enrique Iglesias», bromeó Yusimí cuando se sintieron seguras.
Milagrosamente, atravesaron México sin mayores dificultades. Cuatro días retenidas y viaje a Miami. Ahora son dos exiliadas más. Saben que en cuanto se naturalicen votarán a los demócratas.
Ya no les gusta Enrique Iglesias. Bastó una entrevista del muchacho con María Elvira para que lo despreciaran.
Compran en Publix y desbarran de Winn-Dixie, envían dinero a Cuba todos los meses, aunque no han encontrado empleos estables.
Hace unos días, en El Palacio de los Jugos, coincidieron en que nos les gusta la Coca Cola. Se tomaron un batido de mamey. Desde los altavoces de un coche aparcado a unos metros les llegaba el anuncio del próximo disco de Juanes: «Cuba, bah».