Llegó el verano

Estaba en una fiesta hace un par de horas en una terraza sobre el Paseo de Gràcia. El Blue View by Bombay Sapphire de la Casa Fuster nos invitaba a una copa para saludar la llegada de las vacaciones de verano. Me bebí un par de mojitos pasados de azúcar y cortiñangos de ron. Abajo, la mejor luz, la del ocaso, reinventaba el paseo, decolorándolo. El cielo, encima, parecía pintado por el Tiépolo. Un cielo manchado a intervalos regulares por los aviones que seguían la línea de la costa para dejar más turistas en El Prat. (Alivia saber que no se van de vacío y se llevan, más o menos, a tantos turistas como traen, pero nada de eso comenté con mis anfitriones, preocupados ellos por los deficientes índices de ocupación hotelera.)

Comienza, pues, el verano. No me lo había tomado en serio todavía. El trabajo no me deja salir demasiado a la calle de día y, últimamente, me ha dado por desconectar el teléfono. Por otra parte, desde que Al Gore dejó de hablar del Global Warming las temperaturas son mucho más clementes, por cierto, ¿lo han notado?

Llegó el verano, entonces. Tendré que inventarme algo para honrarlo.

Aunque, sin saberlo, ya hoy le había hecho los honores. Olvidé leer periódicos, esos animalitos que hace semanas -¡por algo era!- padecen del mal estival.

18/07/2009 1:19

 

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