Relativismo, derechos humanos, manifestaciones

Desalojar a Mugabe

Por Jorge Ferrer

El arte de la política es una compleja urdimbre de intereses y pasiones. Del equilibrio que se consiga entre ambos depende en buena medida la dimensión ética de la política, el peso de una ética pública basada en valores que comparta una comunidad.

Cuando se trata de política internacional, y de una comunidad de naciones, el equilibrio entre el interés y la pasión suele inclinar la balanza, salvo en tiempos de guerra, hacia los primeros. Es así que tantas veces a la dupla que forman pasiones e intereses se suman la ignorancia deliberada, la desidia, el olvido. Y pocos lugares de este mundo conocen mejor cuánto dolor genera ese comportamiento como el Africa negra.

Me siento a escribir este artículo inmediatamente después de leer una información distribuida por la Organización Mundial de la Salud sobre la epidemia de cólera que asuela Zimbabwe. Hoy son 1,822 los muertos, desde agosto. Ayer eran 1,778. Cuando ustedes lean este artículo es muy probable que la cifra se acerque a 3,000.

Son guarismos que hablan de la sangría que padece Zimbabwe, el país que gobierna Robert Mugabe desde 1980 y al que ha empobrecido con una tenacidad y una eficacia verdaderamente alucinantes. Son cifras pareciera que menores las de esos muertos –aunque, ¿acaso se puede calificar de menores las listas de muertos?–, en un continente que no consigue, salvo excepciones, enderezar el rumbo y tomar la senda del progreso y la regeneración democrática. De poco han servido magnas iniciativas internacionales –los Objetivos de Desarrollo del Milenio impulsados por Naciones Unidas en 2000, por ejemplo– o las intervenciones puntuales de la comunidad internacional en algunos focos de conflicto.

El Africa negra está ahí –oscura y misérrima– para demostrar con la elocuencia de su pobreza y sus muertos que pugnan por ganar titulares en la prensa mundial entretenida con la globalización y sus cuitas, las finanzas internacionales y sus vergüenzas o los procesos electorales en los países primeros de este mundo, que una parte de la humanidad permanece sometida al grado cero de la pasión: la desidia.

Los casos de Zimbabwe, Congo, Sudán y Somalia requieren desde hace ya demasiado tiempo una intervención decidida de la Unión Europea y los Estados Unidos. ¿Se acuerda alguien de los 800,000 muertos de Rwanda? ¿Cuánto tardarán la Unión Europea y los Estados Unidos en invocar con fuerza el derecho de intervención?

El entusiasmo despertado en el continente negro por la elección de Barack Obama como presidente de los Estados Unidos no es un punto de partida, porque ya la anterior administración desarrolló un trabajo notable en el continente negro, por insuficiente que sea. Pero sí es de aprovechar esa empatía, mientras dure, para que Washington y Bruselas desarrollen una política mancomunada y decidida que consiga poner fin a los conflictos más acuciantes y ayude a impulsar la democracia y la transparencia en las cuentas públicas de países que podrían paliar buena parte de la pobreza que padecen sus poblaciones si no se dilapidaran los recursos que ingresan por la extracción de sus recursos naturales.

Precisamente Zimbabwe es un ejemplo magnífico de la necesidad de intervención decidida de Occidente, ayudado por las voces africanas que se muestran a favor de obligar a Robert Mugabe a respetar los últimos resultados electorales que demostraron el apoyo de una mayoría de zimbabuenses al Movimiento para el Cambio Democrático que lidera Morgan Tsvangirai.

La cantinela de la »no injerencia», tan del gusto de déspotas y tiranuelos, merece, ella sí, ser relegada al olvido, cuando implica tolerar la muerte de miles de seres humanos. Hombres, mujeres y niños ajenos a las doctrinas políticas, a las pasiones e intereses que rigen la política internacional, porque su único interés es encontrar un vaso de agua y un plato de comida que llevarse a la boca.

El relativismo en materia de derechos humanos que vindican caciques y dictadores alimenta los complejos de Occidente, todavía reo del pasado colonial, y sirve de coartada a la desidia. Sirva a modo de mantra que nos ayude a librarnos de complejos y coartadas la pregunta que anotaba más arriba: ¿se acuerda alguien de los 800,000 muertos de Rwanda?

El artículo “Desalojar a Mugabe” aparece publicado en la edición de hoy, 30 de enero, de El Nuevo Herald.

 

CONVOCATORIA A MANIFESTACIÓN FRENTE AL CONSULADO DE CUBA EN BARCELONA

El pasado 1 de enero de 2009 se cumplieron cincuenta años de régimen castrista. Un aniversario cerrado que no debería ser motivo de celebración para quienes defendemos los derechos humanos y las libertades políticas fundamentales.

A lo largo del último medio siglo, los cubanos hemos conocido un solo gobierno, un solo partido, un solo discurso oficial. Más del 10 por ciento de la población de la isla ha marchado al exilio huyendo de la falta de oportunidades, la represión a la diferencia y la sinrazón de un país gobernado por Fidel Castro –y ahora por su hermano Raúl– con mano férrea y dogmatismo militante.

El cincuentenario de la Revolución cubana no debe ser, por tanto, motivo de festejo.

Al contrario, se trata de una magnífica ocasión para mostrar nuestra solidaridad hacia todo el pueblo de Cuba, que merece poder decidir su propio destino, gozar de libertades de asociación y expresión, manifestar su derecho a disentir y dar rienda suelta a la iniciativa empresarial de sus ciudadanos sin temer la represión de un estado policial.

Mediante este comunicado, un grupo de exiliados cubanos en Cataluña invita a una manifestación reivindicativa y pacífica ante las puertas del Consulado de Cuba en Barcelona (Paseo de Gracia, 34) el próximo domingo 1 de febrero, a las 12.00 hrs.

Los ciudadanos amantes de la libertad no debemos permanecer impasibles ante un régimen que se ufana de su inmovilidad y desprecia todos los llamados a impulsar una transición hacia la democracia.

Convocatòria a manifestació davant el Consolat de Cuba a Barcelona

El passat 1 de gener 2009 es van fer 50 anys del règim castrista. Un aniversari tancat que no hauria de ser motiu de celebració per als que defensem els drets humans i les llibertats polítiques fonamentals.

Al llarg de l’ últim mig segle, els cubans hem conegut un sol govern, un sol partit, un sol discurs oficial. Més del 10 per cent de la població de l’illa ha marxat a l’ exili fugint de la falta d’oportunitats, la repressió a la diferència i l’absurd d’un país governat per Fidel Castro –i ara pel seu germà Raúl- amb mà de ferro i dogmatisme militant.

El cinquanta aniversari de la Revolució cubana no ha de ser, per tant, motiu de celebració.

Al contrari, es tracta d’una magnífica ocasió per a mostrar la nostra solidaritat cap al poble de Cuba, que mereix poder decidir el seu propi destí, gaudir de llibertats d’associació i expressió, manifestar el seu dret a dissentir i desenvolupar lliurement la iniciativa empresarial dels seus ciutadans sense témer la repressió d’un estat policial.

Mitjançant aquest comunicat, un grup d’exiliats cubans a Catalunya convida a una manifestació reivindicativa i pacífica davant les portes del Consolat de Cuba a Barcelona (Passeig de Gràcia, 34) el proper diumenge 1 de febrer, a les 12.00 hrs.

Els ciutadans amants de la llibertat no hem de romandre impassibles davant un règim que s’ ufana de la seva immobilitat i menysprea tots els crits a impulsar una transició cap a la democràcia.

EN MADRID:

Entrevista a Tony Guedes sobre la convocatoria a manifestarse.

30/01/2009 11:07


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