«Y ¿cuáles son las sensaciones que te produjo la sucesión en Cuba?», me preguntó ayer un periodista de Catalunya Ràdio.
Todavía la pregunta me produce cierta perplejidad. Como si olvidara que Raúl Castro es ahora el presidente y me lo recordaran titulares de periódico, o preguntas hechas de sopetón.
Pero ya me voy recomponiendo. Miro el micrófono y suelto respuesta amasada por el hábito reciente.
Porque no es que la política cubana sea perversa. Toda política lo es, aunque el mal sí sea gradable, en contra de Santo Tomás.
Lo malo es que es soberanamente tediosa, por mucho que se produzcan sucesiones simbólicas (y rimadas): de «hoz y martillo» a «machete y rastrillo», por ejemplo.
Se entrevistan en el País vasco representantes de la Plataforma por la Libertad Lingüística con el Consejero de educación del gobierno vasco. Van a protestar por las nuevas exigencias de aprendizaje del vascuence. Exigencias que persiguen desterrar la lengua española de esa comarca del mundo. Y se produce esta escena de fábula:
«Le preguntamos (al Consejero) si conocía algún país del mundo en el que no se pueda estudiar en la lengua oficial dentro de su territorio ¡y nos dice que sí, que Cataluña!»
Perplejos, tuvieron que recordarle que Cataluña no es un país, sino otra comarca del mundo. Un esfuerzo inútil.
La radio me despierta con noticia acerca del curso de las votaciones para renombrar la Plaza Rius i Taulet, a unas manzanas de mi casa, en el barrio de Gràcia.
La iniciativa del cambio de nombre se origina en espurias reivindicaciones independentistas. Ya sé que cuesta creerlo, pero en este barrio hay quienes lamentan la «anexión» de Gràcia a la ciudad de Barcelona. Y proponen despojar a la plaza del nombre de quien fuera alcalde de Barcelona en el siglo XIX. Un «liberal», dicen. «Hombre de confianza de los Borbones durante la Restauración», acusan. «Artífice de la anexión», denuncian.
Pues bien, según la radio, el nombre que gozaba de mayores posibilidades de ganar la consulta, Plaza de la Vila de Gràcia, acaba de ser desbancado por una propuesta alternativa: Plaza de Lluís Maria Xirinacs.
Así, el iluminado que se suicidó el pasado agosto –le dediqué aquí una nota al suceso-, el que se proclamó «amigo de ETA», un pobre tipo presa de sus demonios identitarios, podrá dar nombre a la plaza principal de este barrio. Vale esa suerte de mártir del independentismo catalán, suerte de Guevara local. No así el «liberal» Rius i Taulet.
Este es el tipo de cosas que antes, hace mucho, me habrían causado perplejidad. Ya no.
UPDATE:
Pero para perplejidad, este documento que anuncia la toma de posesión de un presidente de Cuba el próximo sábado.
Más legible en la fuente: Herejías y Caipirinhas.
De contra:
Cumpliendo peticiones, que se decía en la radio, he cambiado mi foto a la derecha. Confío en que a nadie cause perplejidad saber que sonrío.