Allez Sarko!
¡Qué golpe de efecto habría sido ponerle un traje! Liberarlo de la corbata. Darle un tono casual, pero elegante. Abrir el garderobe y ponerle el terno del regreso. Pero siguen vistiéndolo con ropas de atleta. Lo que pudo ser metáfora de su durabilidad y fortaleza- que si el caguairán-, es ahora, de tan recurrente, parte del kitsch del castrismo. Safaris y guayaberas. Y también estas tres rayas de Adidas. En sus estertores, esa revolución es, también, un innecesario testimonio del mal gusto que le es constitutivo.
¿Hay antecedentes de Jefe de Estado que reciba a sus invitados en traje de hacer jogging? ¿Que los reciba así con tal asiduidad? Este protocolo con sello del INDER se va haciendo tedioso y ofensivo para el huésped.
Un huésped que atraviesa La Habana de reunión con anciano en chándal, Castro I, a anciano en traje, Castro II. Evidentemente, no se trata de tráfico inocente. Ni de escenografía dejada al azar.
El tono de voz con que se pronunció el mantra “modelo chino” en cada una de las reuniones. He ahí la clave.
Desde Teherán, lo que sigue. Es mala noticia para las mujeres iraníes.
Les tengo otra: en el Occidente de los socialdemócratas, nadie va a alzar la voz para defenderlas. No habrá manifestaciones de repulsa al régimen de Ahmadineyad. Las organizaciones que defienden los derechos de las mujeres están demasiado ocupadas en detectar anuncios sexistas o denunciar el incumpliminto de las cuotas paritarias. Aquí sólo se protesta contra Israel y los EE. UU. Si hay que hacerlo a favor de alguien, se pasean pancartas a favor de los palestinos o los terroristas presos en GITMO.
El cupo ya está minuciosamente cubierto. No hay espacio para denunciar la imposición del férreo garderobe que gusta a Ahmadineyad y la recua de clérigos que lo inspira.
IRÁN INICIA UNA CAMPAÑA PARA OBLIGAR A LAS MUJERES A LLEVAR EL VELO ISLÁMICO
A partir de hoy está prohibido usar pantalones cortos o faldas estrechas y cortas, así como los pañuelos pequeños que dejan fuera parte del cabello
EFE – Teherán – 22/04/2007
Efectivos de la policía e incluso del Ejército se ocupan a partir de hoy de aconsejar o detener durante algún tiempo a las mujeres iraníes que se visten al estilo occidental o las que no se ponen el velo islámico obligatorio en Irán.
Se trata de una «lucha contra el mal velo», como la califica la agencia iraní de noticias, IRNA, y el objetivo es obligar a las iraníes a seguir al pie de la letra las órdenes del régimen chií del presidente ultraconservador Mahmud Ahmadineyad.
El denominado «plan para la lucha contra el mal velo» se aplicaba en el pasado pero sólo durante los meses de verano, en los que el insoportable calor obligaba a las mujeres a quitarse de forma parcial el velo o el «chador», que cubre todo el cuerpo de la mujer desde la cabeza a los pies.
A partir de este año «será una lucha permanente«, ha afirmado la fuente. En la aplicación de dicho plan participan también efectivos del cuerpo de los Guardianes de la Revolución Islámica y de las milicias paramilitares de los «basiyies» que, como primera medida, «aconsejarán» a las mujeres» que no se ponen el velo tal como exigen las normas impuestas en Irán.
De no respetar dichas reglas, el segundo paso sería llevar a las «rebeldes» a la comisaría, donde permanecerán hasta que un varón de la familia -el padre o el marido- les obligue a utilizar el velo de forma correcta.
Las autoridades no han precisado, sin embargo, cómo serían castigadas las mujeres que, pese a las presiones, insistan en vestirse al estilo occidental. En casos similares en el pasado las «rebeldes» eran castigadas con decenas de latigazos.
En un intento de justificar dichas medidas, las autoridades iraníes alegan que el 85 por ciento de los casos de agresión contra las mujeres en las calles del país se deben a que éstas «no usan el velo como es debido».
Ya sé que a mis lectores de la Florida o New Jersey, e incluso a los de Madrid, les parecerá ridiculez que eleve a la categoría de materia posteable suceso como el que viví ayer en Barcelona. No obstante, hace trece años que vivo aquí y no me había dado gusto como el de este sábado. Marlene cumplía años y recibo sugerencia de amigo que me sabe en los preparativos de fiesta: “Oye, acaban de abrir pastelería cubana que hace unos cakes auténticos”. Me pasa el teléfono, llamo y encargo. Y paso en la mañana de ayer a recoger soberbio cake relleno de guayaba y coco. (Lo pedí con merengue rosadito.) Un cake redondo, en materia de geometría y generación de afectos. Antes sólo me podía permitir tales delicias en Nueva York o Miami. Ahora ya podemos practicar esos dulcísimos ejercicios identitarios en esta Barcelona, donde hace una década, si uno quería jugar a ser cubano por un día, en estos menesteres culinarios, no se encontraba más que el arroz con frijoles recalentado en microondas de La Habana Vieja.
Gracias a Agustín, maestro pastelero. Búsquenlo en El gallo de la sabrosita. Panadería y dulcería cubana.
Lectura dominical:
“¡Diles que no me maten!”
Juan Rulfo
¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad.
-No puedo.Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti.
-Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios.
-No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y yo ya no quiero volver allá.
-Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué, consigues.
-No. No tengo ganas daacutaacute;n ir. Según eso, yo soy tu hijo. Y Si voy mucho con ellos, acabarán por saber quién soy y les dará por afusilarme a mí también. Es mejor dejar las cosas de este tamaño.
-Anda, Justino. Diles que tengan tantita lástima de mí. Nomás eso diles.
Justino apretó los dientes y movió la cabeza diciendo:
-No.
Y siguió sacudiendo la cabeza durante mucho rato.
Justino se levantó de la pila de piedras en que estaba sentado y caminó hasta la puerta del corral. Luego se dio vuelta para decir:
-Voy, pues. Pero si de perdida me afusilan a mí también, ¿quién cuidará de mi mujer y de los hijos?
-La Providencia, Justino. Ella se encargará de ellos. Ocúpate de ir allá y ver qué cosas haces por mí. Eso es lo que urge.
Lo habían traído de madrugada. Y ahora era ya entrada la mañana y él seguía todavía allí, amarrado a un horcón, esperando. No se podía estar quieto. Había hecho el intento de dormir un rato para apaciguarse, pero el sueño se le había ido. También se le había ido el hambre. No tenía ganas de nada. Sólo de vivir. Ahora que sabía bien a bien que lo iban a matar, le habían entrado unas ganas tan grandes de vivir como sólo las puede sentir un recién resucitado.
Quién le iba a decir que volvería aquel asunto tan viejo, tan rancio, tan enterrado como creía que estaba. Aquel asunto de cuando tuvo que matar a don Lupe. No nada más por nomás como quisieron hacerle ver los de Alima, sino porque tuvo sus razones. Él se acordaba:
Don Lupe Terreros, el dueño de la Puerta de Piedra, por más señas su compadre. Al que él, Juvencio Nava, tuvo que matar por eso; por ser el dueño de la Puerta de Piedra y que, siendo también su compadre, le negó el pasto para sus animales.
Primero se aguantó por puro compromiso. Pero después, cuando la sequía, en que vio cómo se le morían uno tras otro sus animales hostigados por el hambre y que su compadre don Lupe seguía negándole la yerba de sus potreros, entonces fue cuando se puso a romper la cerca y a arrear la bola de animales flacos hasta las paraneras para que se hartaran de comer. Y eso no le había gustado a don Lupe, que mandó tapar otra vez la cerca para que él, Juvencio Nava, le volviera a abrir otra vez el agujero.
Así, de día se tapaba el agujero y de noche se volvía a abrir, mientras el ganado estaba allí, siempre pegado a la cerca, siempre esperando; aquel ganado suyo que antes nomás se vivía oliendo el pasto sin poder probarlo.
Y él, y don Lupe alegaban y volvían a alegar sin llegar a ponerse de acuerdo.
Hasta que una vez don Lupe le dijo:
-Mira, Juvencio, otro animal más que metas al potrero y te lo mato.
Y él contestó:
Mire, don Lupe, yo no tengo la culpa de que los animales busquen su acomodo. Ellos son inocentes. Ahi se lo haiga si me los mata.
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