Otros desafíos de España
JORGE FERRER
Hasta hace poco, dos y dos eran cuatro para la economía española, pero cuatro y dos dejaron de ser seis cuando el tan elogiado milagro económico español se desinfló. El gobierno socialista que preside José Luis Rodríguez Zapatero enfrenta ahora una coyuntura que si bien es común a otras economías del primer mundo, se agrava también con algunas particularidades que van a requerir maniobrar con extrema cautela en dos materias sólo distantes en apariencia: la política de inmigración y las relaciones internacionales.
Al margen, pues, de las reformas que la desaceleración a la que asiste la economía mundial impone a los mercados, más allá de los reajustes a las prácticas y la doctrina que rigen el sistema financiero, las políticas de regulación y control público sobre instituciones de crédito, mercados y organismos internacionales, Madrid es un jugador obligado a moverse en dos canchas simultáneas. De la habilidad con que consiga sortear con éxito partida tan azarosa dependerá en buena medida el rostro de la España que saldrá de la crisis.
Por una parte, La Moncloa ha de atender sus compromisos con el conjunto de primeras economías del mundo donde ha conseguido situarse ayudada por la extraordinaria proyección internacional de su banca y el desempeño de un puñado de grandes empresas que han sabido encaramarse a puestos cimeros en el escalafón de la economía mundial. Por otra parte, España ha de ser consecuente con una estrategia diplomática y comercial que ha querido situarla como puente entre Latinoamérica y Europa. Una política que le ha dado cuantiosos réditos a su economía y que ha llevado aparejado un extraordinario atractivo de España para los inmigrantes de Latinoamérica que han llegado a la península en número creciente a lo largo de la última década en lo que ha constituido una sacudida de su hasta hace poco estable paisaje demográfico que quien haya frecuentado Madrid o Barcelona durante estos años ha podido constatar sin esfuerzo.
El arribo a España de esa nutrida inmigración latinoamericana que suma, según estimados, algo más de dos millones de personas –ecuatorianos, colombianos, argentinos y bolivianos estarían entre los contingentes más numerosos– ha jugado, y aún juega, un doble papel en la marcha de la economía española: ha servido para aportar mano de obra que alimentara una economía en expansión y, consecuentemente, significó un respiro a los crecientes costes de la seguridad social en un país que envejece.
Una situación en la que todos parecían ganar. Ganaba la salud de las cuentas públicas españolas, ganaban las economías deficitarias de los países de Latinoamérica bendecidas por el constante flujo de remesas desde la península. Se beneficiaban, por fin, cientos de miles de latinoamericanos que se establecían en España ganando un presente para sí mismos y un futuro para sus hijos, sin depender de los vaivenes políticos y económicos que sacuden a sus países de origen.
¿Qué hacer, sin embargo, cuando el mercado de trabajo español se contrae veloz y drásticamente? ¿Cómo abordar la conflictividad social generada por el desempleo que afecta a largos millares de esos inmigrantes llegados a una tierra de promisión que ahora es tierra quemada por incendio que aún se guarda sus más hirientes lenguas de fuego? Cuando la fiesta española se ha acabado, como decía en reciente edición el semanario The Economist, y se han borrado las sonrisas de los rostros, ¿cómo gestionar la permanencia de largos millares de inmigrantes desprovistos de empleo, pero parcialmente arraigados ya en el país?
Por consciente que pueda ser ya por fin el ejecutivo socialista de los nubarrones que se ciernen sobre España y amenazan con descargar rayos y centellas sobre el país el próximo año, no parece que se haya tomado con la debida seriedad el reto sociológico que plantean esas masas de inmigrantes latinoamericanos desprovistos de sustento y pronto de techo. La propuesta de ofrecerles el pago de las cuotas del subsidio de desempleo a cambio de que abandonen el país y »no vuelvan más por aquí» ha puesto en evidencia que en La Moncloa tienen tanta imaginación como carecen de sentido de la oportunidad. Y del ridículo.
Ahuyentar el fantasma de la xenofobia, siempre tan presta a manifestarse cuando la economía renquea, y evitar que la merma en el envío de remesas desde España agrave aún más la situación en Latinoamérica y ponga en entredicho la voluntad española de gestionar con generosidad y eficacia el legado poscolonial podrían parecer asuntos secundarios vista la pavorosa coyuntura que enfrenta el ejecutivo de Zapatero. Distan de serlo, porque ante los desafíos que enfrentamos hay que cuidarse bien de ver tanto los árboles como el bosque, y sobre todo conviene evitar cualquier gesto que se asemeje a la tala.
«Otros desafíos de España» aparece publicado en la edición del día 26 de noviembre de 2008 en el diario El Nuevo Herald .
UPDATE:
Durante la inauguración de la exposición El objeto esculturado en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales el 4 de mayo de 1990, Ángel Delgado realizó una célebre performance, “La esperanza es lo último que se está perdiendo”, que consistió en defecar sobre el diario Granma.
En reciente entrevista producida por Ofill Echeverría, Ángel Delgado narra las circunstancias de la performance y su posterior encarcelamiento por seis meses.